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sábado, 11 de febrero de 2012

Detalles de la vida ilegal

La relación de los mexicanos con los Estados Unidos siempre ha estado marcada por el conflicto. EUA es interpretado con frecuencia como el país imperialista que ha sabido sacar la mejor parte de su cercanía con México, desde luego que en clave de explotación. O bien, es el modelo de sociedad organizada bajo ciertas pautas que a México le ha resultado imposible alcanzar.
Ciudades como Tijuana, Nogales y Hermosillo, particularmente en el caso de esta última, son construidas en base a la imitación de las ciudades estadounidenses. ¿Quién es capaz de negar que la máxima aspiración de algunos hermosillenses sea parecer gringo? Unos dirán que “no” con la chamarra tipo college puesta.
Lo cierto es que para bien o para mal la vecindad con los norteamericanos ha dado pie a cierto tipo de relaciones, que en 2010 alcanzaron un momento de especial crispación con las manifestaciones de los hispanos (que no “latinos”) avecindados en Norteamérica, cuando el gobierno de Arizona promovió su ley SB1070, orientada a un control más estricto de los ilegales.
De inmediato hubo marchas multitudinarias y se publicaron muchos artículos en la prensa, así como comentarios en contra en las redes sociales. En todos esos casos, ya sea por medio de la pancarta, el muro de facebook o el “twitt”, se denominaba a la iniciativa legal en cuestión como de “derecha”, “fascista” o “nazi”, ideologías que para efectos prácticos son lo mismo (como nos cuentan los ilustrados militantes de la izquierda progresista).
Semejantes discusiones podrían avivarse de nuevo ahora que el actor mexicano Demián Bichir ha sido nominado al Óscar a mejor actor protagónico por la cinta A Better Life (“Una vida mejor”, EUA, 2011), de Chris Weitz, en la cual interpreta a Carlos Galindo, un mexicano avecindado de forma ilegal en Los Angeles, donde trabaja como jardinero mientras trata de educar a Luis (José Julián) su hijo adolescente.
Sin embargo, la película no es para nada una apología del activismo de los hispanos ilegales, como puede verse en una de las escenas. “Nada”, dice Carlos cuando su hijo le pregunta acerca de la manifestación de hispanos que los personajes miran de lejos. Weitz ha filmado una cinta en la cual el inmigrante de origen mexicano aspira a ser uno más entre los estadounidenses, sin reivindicaciones políticas a favor de un México que encontraría precisamente en los mojados una forma de reapropiarse de antiguas posesiones.
El director, Chris Weitz, ha evolucionado desde productos típicos de la comedia juvenil como American Pie, a finales de los noventas, hasta la estupenda Un gran chico (2002), aquella cinta de Hugh Grant acerca de un adulto irresponsable que de repente se ve obligado a educar a un adolescente solitario. Por más que el contexto sea harto diferente, en la convivencia entre los muchachos de la escuela y la interacción entre padre e hijo, en A Better Life son innegables los ecos de aquel trabajo. Otra cosa muy distinta son proyectos alimenticios de Weitz como Luna nueva, de la saga Crepúsculo.
A Better Life es una película muy sencilla que no depara grandes sorpresas en su historia. La dureza de la vida para los ilegales en EUA es de sobra conocida, igual que el problema de las pandillas, que ya se ha expuesto en trabajos como Santana. ¿Americano yo? (1992).
El gran acierto de A Better Life está en los detalles: el pájaro que se acerca a tomar agua. En el jardín, el trabajador que cuida de las pequeñas plantas que nunca crecerán en su casa, porque son para las mansiones de los ricos. La vista de la ciudad desde lo alto de una palmera. El duelo de miradas entre los presos por una querida fotografía. La cara maltrecha del joven, que lo delata como un nuevo pandillero. O bien, el torso y los brazos limpios del muchacho en la escena en la cual se quita la camiseta. Escenas en las que el espectador saca sus conclusiones sin que medie ninguna explicación, porque sobra.
Es de destacar el reconocimiento a Bichir, quien igualmente podría haber sido nominado por su interpretación de Fidel Castro en Che, el argentino. En última instancia, parece que él sí podrá aspirar a una vida mejor.

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