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lunes, 28 de enero de 2013

Duelo con el esclavismo

Pocos cineastas se han beneficiado tanto como Quentin Tarantino de la ignorancia de sus fans: era fácil impresionarse ante el manejo del tiempo en Perros de reserva (1992), su debut, cuando no se conocía The Killing (1956), de Stanley Kubrick.
Sin embargo, eso no le quita todo el mérito a Tarantino, que supo construir un estilo reconocible por medio del diálogo frívolo, en los derroteros de la llamada cultura pop, todo ello en la órbita de un cine de marcado humor negro, hiperviolento y que revitalizó cierta filmografía norteamericana de la época, sobre todo en el caso de Tiempos violentos (Pulp fiction, 1994), para algunos su obra maestra. Un interés por el cine negro que se refrendaría en la lograda Jackie Brown (1997)
Desde entonces, su trayectoria ha oscilado entre la extravagancia (como en su guión para la cinta de vampiros Del crepúsculo al amanecer, de Robert Rodriguez) y el ejercicio de nostalgia, siempre plagado de referencias al cine de la más baja estofa, como en Kill Bill (2003-2004) y el estupendo segmento “Deathproof” del proyecto colectivo Grindhouse (2007), suerte de glorificación de la heroína femenina de acción.
O bien Malditos bastardos, su exaltación de la violencia en el cine bélico y por lo tanto en el plano político (ver en este sentido nuestro texto aparecido en Primera Plana, “Venganza de apaches contra nazis”, edición del 25 de septiembre de 2009).
Con frecuencia desigual aunque siempre llamativo, en su más reciente largometraje, Django sin cadenas (Django Unchained, EUA, 2012), Tarantino recupera la tradición de las películas europeas de vaqueros, el spaghetti western, cuya película por excelencia es El bueno, el malo y el feo (1966), de Sergio Leone.
Sin embargo, en este caso Tarantino recuerda más acusadamente otros trabajos del director italiano en la misma tónica, como Por un puñado de dólares y Por unos dólares más, porque Django sin cadenas está protagonizada por un pistolero cazarrecompensas cuyas proezas con el revólver recuerdan al Clint Eastwood de las ya citadas películas.
El esclavo Django (Jamie Foxx) también tiene otro antecedente, Sargento Rutledge, de John Ford, también protagonizada por un actor negro. Además, Tarantino se permite la ironía de hacer de un alemán, el Dr. Schultz (Christoph Waltz), el tolerante compañero de armas de Django en su lucha contra los esclavistas, cuando el prejuicio popular siempre señala a los alemanes en asuntos de racismo. Por si fuera poco, Waltz interpretó a un militar nazi en Malditos bastardos.
Se ha elogiado al Tarantino de la primera parte de la cinta, sobre todo por esa escena en que un grupo de matones encabezados por el esclavista Big Daddy (Don Johnson) trata de vengarse de Django y el Dr. Schultz. Así lo ha dicho el crítico del blog de cine de Letras Libres, Luis Reséndiz (ver “En pantalla”, 11 de enero de 2013).  En cambio, el mismo Reséndiz acusa a la película de ser verborreica en su segunda parte, lo que iría en detrimento de Django sin cadenas como entretenimiento.
Semejante es la opinión de Javier Ocaña, de El País (ver “Reciclaje Tarantino”, 18 de enero de 2013), quien además agrega que el personaje de Samuel L. Jackson, un negro esclavista, es fallido.
Nuestra opinión, ya tendrá oportunidad de comprobar el lector si nos equivocamos o no, es muy distinta: la terrible cena en la plantación de Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) es de lo mejor del filme. El discurso de DiCaprio acerca de la frenología, que culmina con un violento martillazo, sangre de por medio, demuestra que Tarantino mantiene su efectividad en el manejo de la tensión y la historia. Otra cosa es que desde la subjetividad se le quiera ver simplemente como aburrida. No nos engañemos: al público hedonista que ha sido coronado como el juez por antonomasia de lo divertido le habría aburrido el desembarco en Normandía. 
En cuanto a Samuel L. Jackson, estamos ante un papel capaz de rivalizar con su asesino de Pulp fiction, nada menos que dieciocho años después. Tiene que ser Tarantino quien de nuevo lo dote de trascendencia como actor.

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