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viernes, 24 de agosto de 2018

El terror es un síntoma

"Sobre el carácter sintomático del cine de horror existe ya hoy amplio consenso, cuando se comprueba que sus periodos de máximo desarrollo y originalidad (pues los estereotipos repetitivos han existido siempre) han correspondido a situaciones sociales traumáticas: el cine expresionista de la convulsa República de Weimar, en el marco de la inflación y de las luchas sociales que desembocarían en el nazismo (período 1919-1926), la Gran Depresión en los Estados Unidos (período 1931-1939), los monstruos apocalípticos despertados en el cine japonés por dos bombas atómicas (período posterior a 1945), la invasión de poseídos por el demonio y de esforzados exorcistas en el marco de la actual crisis capitalista, con su inflación galopante, su elevado desempleo y la catástrofe ecológica como fondo (desde 1974 hasta hoy). De un modo un tanto apresurado se podría concluir que los períodos de convulsión e inseguridad social han activado los temores más profundos y atávicos (pérdida de identidad, sumisión, mutilación, muerte) del ser humano y han encontrado su puntual reflejo en la pantalla".

Román Gubern y Joan Prats Carós. Las raíces del miedo. Antropología del cine de terror. Tusquets, 1979.

jueves, 5 de julio de 2018

El cine en Sonora



Texto leído en la presentación del micrositio del ISC dedicado al séptimo arte y la producción audiovisual de la entidad


Buenos días, gracias a las autoridades del ISC y a los organizadores de este evento por la invitación.
Las personas adultas que han asistido de forma regular al cine desde su niñez habrán podido atestiguar la evolución que ha sufrido este espectáculo, en salas cada vez más sofisticadas, en cuanto al aspecto técnico, pero desprovistas de la personalidad de los grandes recintos de cine del pasado. Cambia la forma de ver cine y de disfrutarlo, de la misma manera que evolucionan nuestros gustos e intereses.  
Mucho tiempo antes, las fantasmagorías, que ahora pueden parecer candorosas, eran el entretenimiento de un público afecto a lo que se consideraba sin duda un prodigio. “Fantasmagorías” es el nombre que recibían en el siglo XVIII las imágenes que, por medio de un artefacto óptico, la linterna mágica, eran proyectadas en muros para el esparcimiento de los espectadores. Se trataba de rudimentarios aunque muy efectivos espectáculos, toda vez que los asistentes se conmovían ante imágenes de esqueletos, demonios, brujas y otras construcciones monstruosas asociadas con lo gótico. Tales exhibiciones cayeron en desuso con la emergencia ya propiamente del cine, en 1895 (*).
Fotografía: Alejandra Almada
El cinematógrafo finalmente pudo sobrevivir la condición de simple atractivo de feria que le adjudicaron sus inventores, los hermanos Lumière, hasta que se convirtió en la actividad millonaria que todos conocemos. De hecho, como habitantes privilegiados del siglo XXI, hemos podido presenciar la crisis, tanto creativa como económica, del otrora incontestable séptimo arte. Desde hace décadas, primero con el ascenso de la televisión, luego con otras tecnologías, el cine ha sido blanco de los más amargos vaticinios a propósito de su agonía, por lo visto ya demasiado prolongada. Agonizaron y fueron derruidos los viejos cines de arquitectura espectacular, aunque al mismo tiempo proliferaron las salas más pequeñas, donde se exageran las virtudes del 3D, muchas veces improvisado. La forma de ver cine en esas salas no deja a su vez de transformarse, en la búsqueda de enriquecer la experiencia, porque resulta imposible frenar la piratería, lo cual implicaría ponerle puertas al campo.
Pero volvamos al pasado, a la forja de ese mito llamado cine. De la mano de directores visionarios como Georges Méliès (homenajeado por Martin Scorsese en Hugo), el truco de magia de los hermanos franceses se volvió referente cultural y constructor por excelencia de, como suele decirse, sueños muy elaborados: el viaje a la Luna, la conquista del polo… en suma, el viaje casi imposible. Así, el cine nace como una suerte de elaborado truco de magia.
Demos ahora un salto de poco más de un siglo hasta esta sala, donde nos hemos reunido para atestiguar ya no propiamente un truco de magia, sino la más reciente tecnología y puerta de acceso al cine que también tanto nos importa, el más nuestro, el cine sonorense, con el micrositio El cine en Sonora, del Instituto Sonorense de Cultura y la Coordinación de Proyectos Cinematográficos. Un portal dedicado, como su nombre lo indica, a difundir las obras cinematográficas de la región, mismas que han experimentado un crecimiento y una maduración notables, que podemos comprobar, por ejemplo, en el auge que ha cobrado la práctica del documental. Una presencia que no es casual sino que viene a ser el resultado natural de la intervención y de la constancia de Mónica Luna y de su equipo, desde hace décadas.
Así, hay que darle la bienvenida a este sitio, El cine en Sonora, una herramienta excelente para aprehender este cine con el cual tenemos una deuda pendiente. Es decir, un cine que hemos visto menos que el cine de Hollywood, espectacular y lleno de bellezas, superhéroes y otros prodigios. Sin embargo, aquí nos espera una belleza con la cual hemos sido negligentes y este sitio es el idóneo para empezar a sumergirnos en su historia, como veremos.
El cine en Sonora es un micrositio informativo, a través del cual, como es obvio, podemos conocer de manera oportuna las actividades relacionadas con el séptimo arte promovidas por el ISC, como la programación de la sala de cine Alejandro Parodi, de la Casa de la Cultura, por ejemplo. O bien las convocatorias para becas y todo tipo de apoyos para la creación de obra o bien la capacitación de los creadores. De igual forma, las noticias, por ejemplo la publicidad de este evento y muchos otros, que nos dan cuenta de la actividad que se lleva a cabo en esta institución. Todo ello muy oportuno, porque nos permite concentrar en un solo lugar todas las actividades del ISC, para no perdernos de nada o bien, lamentar que falta el tiempo para asistir a todo.
No obstante, voy a saltar directamente a la parte que me ha parecido más llamativa, como afecto al cine. Me refiero a la sección de cinematografía sonorense, porque ahí, fiel a la vocación patrimonial del sitio, puede encontrarse buena parte de los cortos que se han hecho en nuestro estado, en una oportunidad de ponerse al día con los documentales o las obras de ficción de factura sonorense. Y así, en esa sección podemos conocer la historia de Miguel, un joven con Síndrome de Down, y su lucha para encontrar un trabajo. O bien la lucha de Manita, una peluquera quien tiene que lidiar con una enfermedad. Todos los trabajos incluyen una ficha, para conocer el director, el año, el género y todos esos datos indispensables para irnos acostumbrarnos a pensar en el cine no solo como una labor de actores y directores, sino también de fotógrafos y editores.
En ese mismo sentido y como un estímulo para la investigación o la simple curiosidad, el sitio cuenta con un apartado para el catálogo cinematográfico, que se remonta a 1973, con el documental de Felipe Cazals sobre los seris, Los que viven donde sopla el viento suave. Un recorrido que llega hasta la actualidad. El visitante puede calificar las películas, por ejemplo, lo cual permite ir formando una evaluación, común en sitios como IMDb, por ejemplo, o Netflix, que sirve para orientarse un poco acerca de la calidad de las películas.
El cine en Sonora, por lo tanto, además de centralizar la promoción cultural en torno al cine y la cultura audiovisual de nuestro estado, es un archivo que busca estimular la difusión de documentales y obras de ficción, para que estos trabajos finalmente lleguen hasta su público. Al mismo tiempo, el sitio facilita la labor de los estudiosos del fenómeno cinematográfico, porque por medio de El cine en Sonora los historiadores, académicos, críticos interesados en investigar acerca de algún aspecto relacionado con la producción audiovisual de la entidad pueden disponer de una base de datos confiable y en constante actualización.
Sería interesante, por ejemplo, llevar a cabo un estudio de cómo han ido cambiando los intereses de los jóvenes cineastas, es decir, qué tipo de géneros les interesan ahora. En los 90, por ejemplo, todos querían hacer historias acerca de mafiosos, por la influencia del primer Tarantino. ¿Qué tipo de contenidos generan interés en nuestros días? De esa manera se puede vincular otra iniciativa del ISC, el Concurso del Libro Sonorense, para que se fomenta la escritura de ensayos sobre cine.
Entre las sugerencias para el sitio diría que falta mejorar la experiencia de lectura en teléfonos, por ejemplo, lo que me imagino es solo cuestión de tiempo. También es necesario atender a los orígenes de la exhibición en Sonora, por ejemplo. En ese sentido, el micrositio puede enlazarse con los fondos digitales de la Universidad deSonora, en los cuales hay varias tesis acerca del fenómeno cinematográfico en general y acerca de la historia de los cines locales en particular.
            El cine es una tecnología en la cual los directores se han regodeado para contar historias, para nuestra fortuna, narrativas que luego dan cuenta del pasado de un país o de una región. Hace unos años, digamos en los 80 del siglo pasado, el interés por las expresiones artísticas regionales era visto con desconfianza, porque se buscaba lo cosmopolita ante todo. Hoy, asistimos a un renovado interés en las artes regionales, en la indagación de sus orígenes y de su desarrollo. Por eso hay que darle la bienvenida a esfuerzos como el que hoy nos convoca y contribuir, entre todos, a su consolidación.

(*) Robertson, en 1799, mediante una linterna llamada el fantoscopio, exhibía a los espectadores «figuras terroríficas (“fantasmas”) de Cagliostro, Marat, Lavoisier o Robespierre) proyectadas sobre una pantalla solidaria», como dice Gustavo Bueno en La fe del ateo.

miércoles, 4 de julio de 2018


El legado del diablo (Hereditary, EUA, 2018), de Ari Aster. [Alerta: película destripada]. La trágica historia de una familia en la cual abundan las enfermedades mentales, pero que tal vez tengan un origen para nada relacionado con la medicina, sino más bien con el ocultismo. El debut de Ari Aster es una cinta de terror sobrenatural cuyo principal acierto es inscribirse en una tradición que los norteamericanos han cultivado con profusión: las historia de sectas, logias y otros grupos delirantes que se dedican con una fe admirable (en tiempos de la supuesta crisis de los grandes relatos) a cultivar algún culto demoniaco o pagano, en las antípodas del cristianismo. Me refiero a películas como El bebé de Rosemary (EUA, 1968), de Roman Polanski, La profecía (Reino Unido| EUA, 1976), de Richard Donner, El abogado del Diablo (EUA| Alemania), de Taylor Hackford y muchas otras, en las cuales un grupo de personas, por lo general adineradas, conspiran para aprovecharse de algún inocente e invocar el infierno en la Tierra. Una tradición que los norteamericanos asumen como natural, por su riquísima tradición gótica, tanto en el cine como en la literatura. Por eso, la característica más notable de esa película es esa, la forma en que, con orgullo, pasa a formar parte de las filas de un cine muy norteamericano. Por eso luego no resulta tan sencillo tratar de emular ese tipo de historias desde otras cinematografías, en las cuales el tema de la logia sería tal vez artificial. Si acaso, cabe especular cómo sería una película acerca, digamos, del Yunque panista y los delirios que se le atribuyen.
El otro gran acierto de El legado del diablo es su “coquetería” ya desde el inicio. La forma en que llena de guiños su historia, como una suerte de detalles al principio desconcertantes pero que luego el espectador puede reinterpretar. Por ejemplo, en el velorio de su madre, el personaje de Toni Colette, Annie, preside la ceremonia y dirige unas palabras a los asistentes: me da gusto ver a tanta gente extraña, dice. Pero no sabe, no se imagina (¿quién podría imaginar eso?), que en realidad se trata de los compañeros de su madre en el culto. Luego comenta que su madre tenía un carácter difícil: ¿cómo no iba a ser así si estaba poseída por un demonio? Pero todo eso Annie lo atribuye a la locura que ha asolado a su familia por generaciones, cuando en realidad se trata de la herencia macabra del título original. Hay, entonces, unas piezas que el espectador tiene que unir, como en la escena final, cuando cobra sentido el pasatiempo de la niña y sus curiosos “muñecos”.
La esencia de la película remite al ocultismo, ya lo hemos dicho, pero eso no impide que El legado del diablo se burle de otras prácticas, como las sesiones espiritistas, que aquí son mostradas como una trampa para hacer caer a los ingenuos, como es el caso de la bruja Joan (Ann Dowd), que atrae a la pobre Annie con el pretexto de contactar a un familiar muerto. Pero todo es un truco vulgar para seducir a la víctima y hacerla participar en otras ceremonias, sin que esta ni siquiera advierta que está siendo utilizada. Un poco como le ocurre al espectador, con todo y que este está avisado de que algo siniestro (e incorrecto) tiene lugar en la cinta.



domingo, 18 de febrero de 2018

Still/ Born


Still/Born (Canadá, 2017), de Brandon Christensen. Mary (Christie Burke) pierde a uno de sus gemelos durante el parto, lo cual le provoca un severo trauma con el cual tiene que lidiar, al mismo tiempo que trata de cuidar a su nuevo hijo, Adam, y adaptarse a la vida en una nueva casa. Pronto, la mujer sospecha que su bebé es acosado por una suerte de demonio ladrón de niños; no ayuda que su esposo, como es obvio, no le cree y tiene que ausentarse por varios días debido a cuestiones de trabajo. En la soledad de su hogar, cada vez más amenazante, Mary tiene que enfrentarse con un fenómeno que desafía su cordura. Película de horror que juega a convertir lo sobrenatural en una suerte de consecuencia del estrés posparto, como ocurre en cintas modélicas como El bebé de Rosemary. Still/ Born está impregnada de ambigüedad y misterio y hay en ella varios momentos de genuino terror, como en la escena de la bañera o en el plano del ducto de ventilación y lo que oculta. No tiene concesiones y sigue con crueldad la decadencia de su personaje central, quien no puede distinguir la lucidez de la locura. Lo que puede reprochársele es su toma de partido en la escena final, cuando trata de reivindicar lo que antes había cuestionado: la salud mental de una heroína quien, en sus mejores momentos, tendía a confundirse con la villana.    

lunes, 12 de febrero de 2018

The Post


The Post: los oscuros secretos del Pentágono (The Post, Reino Unido| EUA, 2017), de Steven Spielberg. Uno de los directores norteamericanos por excelencia vuelve a dar muestras de la variedad de su registro, que va de la fantasía hasta el drama, con esta película acerca de los entresijos del poder político y la prensa. La película se centra en un caso real: la filtración de un informe secreto del gobierno de los EEUU en el cual se revela que era imposible ganar la guerra de Vietnam. Sin embargo, a pesar de las evidencias, los diferentes gobiernos que tuvieron que lidiar con el conflicto, de Johnson hasta Nixon, sin olvidar al inmaculado John F. Kennedy, ocultaron a los ciudadanos que la guerra estaba perdida (lo cual no les impidió seguir con el envío de tropas). Así, la cinta cuenta cómo el informe llega a las manos de los directivos de The New York Times y The Post y cómo ambos deciden publicarlo, con todos los riesgos que implica enfrentarse con la censura gubernamental y sus represalias; como su nombre lo indica, el filme se centra sobre todo en el caso del segundo periódico. Si bien la complejidad de la política durante la Guerra fría es reducida aquí a una suerte de ciego orgullo norteamericano (los EEUU habrían mantenido a sus tropas en Vietnam simplemente para no quedar mal frente al mundo), lo mejor de este nuevo relato de Spielberg lo encontramos en las ideas que gravitan en torno al personaje de Meryl Streep, Kay Graham, la dueña de The Post: el verdadero riesgo de publicar información que ponga en evidencia al gobierno lo corren los dueños del periódico, no tanto los editores o los reporteros, porque aquellos tienen que responder ante los empleados de la empresa y sus familias; en cambio, el prestigio del editor y sus reporteros brilla con más fuerza en tiempos de adversidad, persecución y censura. De ahí que The Post sea en sus mejores momentos un alegato feminista, que muestra a Graham como un ejemplo de mujer luchadora. Una idea que no se pone en boca de nadie, sino que se sugiere por medio de escenas clave, con una técnica que recuerda a la Clarice Starling (interpretada por Jodie Foster) de El silencio de los inocentes. De la misma manera que la joven estudiante del FBI se adentraba en un mundo masculino, así Kay Graham tiene que enfrentarse a los hombres que desconfían de ella. O bien, ser rodeada y reconocida como referente por otras mujeres, como en esa escena de la escalinata. Acaso demasiado complacida con la historia de la prensa norteamericana, aunque no por ello carente del interés habitual de las películas de Spielberg.

domingo, 4 de febrero de 2018

La región salvaje

La región salvaje (México| Dinamarca| Francia| Alemania| Noruega| Suecia, 2016), de Amat Escalante. La historia de la influencia (benefactora y atroz) que un monstruo tentacular extraterrestre tiene entre un conjunto de personajes, que habitan una ciudad de la provincia mexicana. Desafiante película acerca de la aventura (nunca mejor dicho) que una joven madre y esposa frustrada, Alejandra (Ruth Ramos), tiene con la criatura en cuestión, misma que una pareja de científicos mantiene oculta en una cabaña del bosque. Hasta ahí llegan varios personajes para probar las artes amatorias del monstruo, mismo que resulta ser mucho mejor amante que Ángel (Jesús Meza), el marido golpeador y alcohólico de Alejandra, un tipo que para colmo es homosexual de clóset. Y esa es la gran ironía de la cinta y a la vez su gran alegato: cómo un monstruoso alien puede ser una influencia mucho más positiva para la vida de una joven mujer mexicana, víctima de maltratos y sumida en el hastío. La historia de los personajes es de lo más común, aunque es en el trasfondo, la explicación detrás de las muertes y la violencia, donde está lo novedoso, una osada película erótica que lleva hasta el límite la cercanía, tantas veces tratada, entre el erotismo y la muerte.  Se ha comparado la película con Posesión, la delirante película de horror de Andrzej Zulawski, donde también hay una mujer que emprende una relación con una misteriosa criatura. No obstante, no hay mayor misterio: Escalante dedica la película al director balcánico, sí, aunque su película es mucho menos críptica; por el contrario, es transparente en su propuesta: mostrar ese México violento donde los machos juegan al homosexual pasivo y detentan una feroz homofobia, al mismo tiempo que marginan y humillan a sus mujeres. Sin embargo, la película se rebela contra la idea de un monstruo-dios providencial y justiciero, porque la criatura parece replicar ciertas conductas humanas que nos llevan a una conclusión brutal: puede que el éxtasis sí caiga del cielo, pero con él viene también la destrucción y el dolor de todos los días.

miércoles, 17 de enero de 2018

El profesor Marston y la Mujer Maravilla

El profesor Marston y la Mujer Maravilla (Professor Marston and the Wonder Women, EUA, 2017), de Angela Robinson. Es una feliz “coincidencia” que justo en el año en que se estrena la Mujer Maravilla, de Patty Jenkins, aparezca también la cinta que cuenta cómo fue que se forjó este personaje de historieta, nacido de las obsesiones del psicólogo del título, interpretado por Luke Evans, en torno a la conducta humana y en especial a su sexualidad. Ni se imaginan, me parece, los entusiastas de la película de Jenkins (o de la serie de televisión protagonizada por Lynda Carter en los setenta), la reivindicación de una sexualidad gozosa en los cómics originales, así como el regodeo en prácticas como el sadomasoquismo, el cosplay y el bondage, que podía verse en estas historietas, para nada inocentes, sino cargadas de ideología: la reivindicación de una mujer emancipada y fuerte, encarnada en la heroína en cuestión. Así, el filme de Robinson (antes directora de ciertos episodios de True Blood), nos cuenta la gestación de la Mujer Maravilla, que tiene lugar en Norteamérica, entre la década de los veinte y los cuarenta: Marston y su esposa, Elizabeth (Rebeca Hall), trabajan en un college, Radcliffe, en donde ambos tratan de desarrollar una nueva tecnología, el detector de mentiras. Para ello y otras tareas se une a ellos una joven asistente, Olive (Bella Heathcote), con quien la pareja terminará teniendo un apasionado romance y un longevo enamoramiento, que además será también una productiva colaboración intelectual: de hecho, el éxito final del detector de mentiras será obra de ellas. Sin embargo, por ese romance tan poco común comienzan las penurias del profesor, cuestionado por la sociedad de la época por sus prácticas de amor libre, que luego son el alimento de su criatura más famosa: Diana, la Mujer Maravilla. La teoría del profesor, expresada en el libro Emotions of Normal People y combinada por su fascinación con el erotismo, se convierte en la justificación ideológica de la superheroína: el lazo, que obliga a los villanos a decir la verdad, es una variante del detector de mentiras, mientras que el traje de Wonder Woman proviene del armario de un francés libertino vendedor de lencería. Sin embargo, la verdadera hazaña será, como veremos, la defensa de un amor atípico, que de verdad precisa de mujeres maravilla. De ahí que uno de los aciertos sea el desempeño del elenco, que además aprovecha el pasado como héroe épico de Evans, mientras se regodea en la belleza de Heathcote, protagonista de escenas de nalgadas, tríos y ataduras. Es decir, estamos ante una película erótica que le da otro sentido al popular personaje, al mismo tiempo que realza el papel de la mujer en nuestras sociedades. 

miércoles, 10 de enero de 2018

Three Bilboards Outside Ebbin, Missouri

Three Bilboards Outside Ebbin, Missouri (Reino Unido| EUA, 2017), de Martin McDonagh. Las repercusiones de la violación y del asesinato de una joven en el lugar del título, sobre todo cuando la madre de esta decide tomar cartas en el asunto y pagar por tres anuncios espectaculares en la entrada del pueblo, en los cuales denuncia la falta de resultados en la investigación del crimen. Interesante muestra de cómo un asunto muy serio, que además incluye un cáncer de páncreas y un caso de quemaduras graves, permite un asunto no solo dramático, sino por momentos cómico, en su descripción de las tensiones que tienen lugar en una pequeña localidad del sur de Estados Unidos. Así, la cinta llama la atención por su retrato fiel de ciertos personajes, por más desagradables que resulten, como es el caso del policía racista Dixon (interpretado por Sam Rockwell). Sin embargo, la que se lleva las palmas es Frances McDormand en el papel de Mildred, mujer de armas tomar que pondrá en jaque a la policía y al resto del pueblo, primero con medidas pacíficas y luego no tanto. Excelente la secuencia del policía y sus represalias contra el empresario; o bien, la escena del atentado. O ese momento en el cual el jefe de la policía se presenta en la comandancia. O la escena en la cual Mildred se enfrenta contra unos estudiantes en la escuela de su hijo. Pocas veces puede verse en una película de este tipo, acerca de la lucha de un personaje contra el sistema, un regodeo semejante en la violencia como fuerza liberadora. McDonagh ya había sorprendido en el pasado con En Brujas (2008), acaso superior. Ganadora del Globo de Oro.

viernes, 5 de enero de 2018

The Snowman

«The Snowman» (Reino Unido| EUA| Suecia, 2017), de Thomas Alfredson. Adaptación muy libre de la novela del escritor noruego Jo Nesbø del mismo nombre, publicada en 2007, la séptima de una serie dedicada al inspector de policía Harry Hole, interpretado en esta película por el famoso actor alemán Michael Fassbender. El gran problema de esta cinta es que asume que los espectadores conocen las hazañas del personaje de Nesbø, quien se ha construido una reputación como especialista en asesinos seriales, al mismo tiempo que lo aqueja el alcoholismo y otras características propias de su personalidad inestable. En ese sentido, tal vez habría sido más apropiada una serie de televisión que hiciera justicia a la complejidad de la intriga en la novela, porque la adaptación desecha casi por completo las motivaciones del asesino, en la historia original aquejado por una extraña enfermedad. En la novela, además, hay varios sospechosos de cometer los asesinatos, hasta que finalmente se descubre que solo se trata de jugarretas del asesino para despistar a la policía. Nada de eso está presente en una cinta que no tiene por qué ser fiel, pero la versión que aquí nos ofrecen se antoja incompleta. Queda como paliativo la presencia de un elenco de primera que, sin embargo, poco puede hacer para salvar de la intrascendencia un material que merecía otro tratamiento. Alfredson, quien en el pasado dejó muestras de su talento en la cinta de espías «Tinker Tailor Soldier Spy», aquí tropieza estrepitosamente. 

martes, 2 de enero de 2018

Lady Bird

Lady Bird (2017). Largometraje dirigido y escrito por la actriz norteamericana Greta Gerwig, en el cual nos cuenta la historia de Christine, quien se hace llamar “Lady Bird” (Saoirse Ronan), una estudiante de una preparatoria religiosa, en Sacramento, y su relación amor-odio con su ciudad y sus habitantes, en especial con su madre (Laurie Metcalf). La película se centra en las desventuras amorosas de la chica y en su esperanza de ser aceptada por una universidad neoyorquina para escapar de una vida que considera asfixiante.  Hilarante película en la línea de otros proyectos de Gerwig, como su papel en Frances Ha (2013), de Noah Baumbach, acerca de una joven desafortunada en el amor y en todo, aunque a pesar de sus limitaciones termina sobreponiéndose a ellas. Y así, a pesar de ser una historia de decepciones amorosas entre la chica y los niños ricos “del otro lado de las vías”, lo mejor lo podemos encontrar en la interacción entre Lady Bird y los otros personajes femeninos del film: Lady Bird y su amiga “Julie” (Beanie Feldstein, excelente); Lady Bird y la chica bonita y adinerada Jenna (Odeya Rush); Lady Bird y la hermana Sara (Lois Smith) y, sobre todo, Lady Bird y su madre. Desde su inicio, la cinta está llena de escenas antológicas (la muchacha que salta del auto en movimiento), que se suceden con notable naturalidad: el entrenador de futbol que se ver forzado a dirigir teatro estudiantil, la charla en la cocina acerca de la mentira, el monólogo del amigo en la obra, la broma a la monja y sus efectos… en fin, cine que se inscribe con orgullo en la tradición independiente norteamericana y hace reír al mismo tiempo que se empeña en encontrar la belleza en los lugares menos pensados. Si en el pasado Ronan había demostrado su talento para interpretar personajes melancólicos, ahora ha sabido añadir a lo anterior una comicidad neurótica que ofrece muy buenos resultados.     

Call Me by Your Name

«Call Me by Your Name» (Italia| Francia| Brasil| EUA, 2017), de Luca Guadagnino. La historia del despertar sexual de un joven de 17 años, Elio (Thimotée Chalamet), quien vive con sus padres en un pueblo del norte de Italia. Hasta ese lugar llega, para ayudar en sus investigaciones académicas al padre de Elio, un estudiante universitario proveniente de los EU, Oliver (Armie Hammer). Luego de una serie de desencuentros, surgirá un apasionado romance entre ambos. Película elogiada hasta la saciedad por la crítica (para algunos la mejor de 2017). Sin embargo, a pesar de la indudable belleza de la campiña italiana, del buen desempeño del elenco y de la vigorosa interacción entre sus dos protagonistas masculinos, la película no puede evitar ser algo divagante. En su anterior, «A Bigger Splash» (2015), Guadagnino también jugaba casi con los mismos elementos ―la belleza y el exotismo italianos, el erotismo, una casa apartada, incluso el choque cultural―, aunque se las ingeniaba para inyectar interés a su historia con un personaje muy chocante y una intriga policiaca. Sin embargo, ahora solo se regodea en escenas de gran belleza y sus personajes son incapaces del rencor: todos perdonan, entienden, apoyan y sonríen. El único conflicto real parece ser la reclusión final de uno de los personajes en el closet, pero hasta en ese momento parecen decirnos: “Así es la vida”. O bien: “¡Oh, qué duro es crecer, me quedo mirando el fuego de la chimenea, qué profundo!”. Eso no evita, como hemos dicho, momentos de verdadera inspiración, como el baile con The Psychedelic Furs al fondo, o esa escena de la estatua que emerge de las aguas.